Los inicios del movimiento obrero

El proceso de revolución industrial y de implantación del liberalismo político y económico transformaron Ias relaciones sociales. Al desaparecer Ia desigualdad jurídica (sociedad estamental), Ias diferencias sociales se establecieron en el ámbito económico.

A partir de ese momento, lo que determinó Ia pertenencia a una
clase social fue el dinero. Así Ia burguesía se convirtió en la nueva clase privilegiada ya que tenía el poder de establecer Ias condiciones salariales y laborales e influir en Ias decisiones económicas y políticas. El resto, el proletariado industrial o agrario, se convirtió en el grupo social desfavorecido, que dependía de Ia burguesía para su supervivencia y debía aceptar Ias condiciones que le impusieran.

De este modo surgió un nuevo tipo de conflicto social, la
lucha de clases, que ponía el acento ya no solo en Ia conquista de Ia igualdad y Ia libertad legales, sino en Ia lucha por Ia reducción de Ias desigualdades sociales y económicas.

La nueva organización del trabajo y Ia introducción de máquinas no solo deterioró Ias condiciones laborales, sino que provocó una pérdida de puestos de trabajo: de este modo, de las 800.000 personas que en el año 1800 trabajaban en los telares manuales de Gran Bretaña, en 1834 solo quedaban 200.000.
Ante esta situación, durante Ias
primeras décadas del siglo XIX se produjeron numerosas protestas contra el nuevo sistema fabril. Pero Ia imposibilidad de organizarse de forma legal conducía a los asalariados a participar en revueltas espontáneas y violentas. A menudo, sus acciones se dirigían contra Ias máquinas, a Ias que consideraban responsables del paro y de Ia bajada de los salarios, y contra los amos y el gobierno que los protegía.
Esta primera forma de organización de los obreros recibe el nombre de
ludismo, en referencia al nombre de un personaje inglés mítico, el capitan Ned Ludd. Las revueltas ludistas nacieron en Inglaterra entre 1811 y 1816, y se extendieron por todo el continente. En España, Ias revueltas ludistas más importantes se produjeron en 1821 en Alcoy y en 1835 en Barcelona.
De este modo, Ia
destrucción de máquinas se convirtió en una defensa del puesto de trabajo y también en una manera de presionar e intimidar a los empresarios en momentos de conflicto laboral.

La primera generación de socialistas, llamados utópicos, era un grupo de pensadores herederos de la tradición ilustrada y de Ios jacobinos de la Revolución Francesa.
Coincidían en criticar Ia propiedad privada de los medios de producción, Ia explotación de los trabajadores y Ia concentración de Ia propiedad y Ia riqueza en manos de unos pocos. Proponían sustituir Ia propiedad privada por Ia propiedad colectiva y garantizar Ia igualdad de derechos y sistemas políticos democráticos (sufragio universal y soberanía popular).

Algunos como François
Babeuf y Louis Auguste Blanqui consideraban que Ia igualdad social solo podía alcanzarse por medio de una acción revolucionaria y violenta de una minoría. Sin embargo, Ia mayoría creía en una transformación pacífica mediante Ia educación, Ia asociación y Ia cooperación.
Entre los más destacados socialistas utópicos se encuentra
Charles Fourier, que defendió Ia creación de falansterios, agrupaciones comunitarias donde Ia propiedad sería colectiva y todos sus miembros compartirían Ias tareas y los beneficios del trabajo. Etienne Cabet, en su obra Viaje a Icaria, imaginó un país donde se realizaría el sueño de una sociedad igualitaria. Robert Owen, un industrial inglés, defendió Ia organización de los trabajadores en cooperativas y, durante un tiempo, llevó a Ia práctica sus ideas en su fábrica textil de New Lanark (Escocia).

Los trabajadores comienzan a organizarse en sociedades de resistencia y socorros mutuos: todos ponían dinero para ayudar a los obreros con problemas (accidentes, viudas, etc.) y hacer frente a las huelgas.
Estas sociedades se transforman en los
primeros sindicatos de oficio a partir de 1824 (Trade Unions). En un principio, se trata de sindicatos de obreros cualificados (viejos artesanos) que quieren mantener los privilegios.
Los sindicatos de oficio se unen en los
primeros sindicatos de clase a partir de 1830: la Asociación Nacional para la Protección del Trabajo, pagando los afiliados cuotas sindicales.
En 1834, bajo la dirección de Robert Owen, se forma el primer sindicato de trabajadores no cualificados con más de medio millón de afiliados: Great Trade Union, el primer sindicato general de clase. Piden reducción de jornada, aumento salarial y derecho de asociación. Utilizan la huelga como forma de lucha. A partir del 1830 los sindicatos obreros se extienden por Europa, imitando a los británicos. En España el primer sindicato fue la Asociación de Tejedores de Barcelona (1840).